Deportaciones
Tomada: El Economista.
Una de las acciones más crueles que puede sufrir un inmigrante es la deportación. Emigrar, ya sea por razones económicas, de persecución o por inseguridad, representa un desafío enorme para todo aquel que se ve obligado a renunciar a su hogar, familia o amigos. Es por ello que la amenaza de vivir permanentemente acosado por no contar con los permisos legales para reconstruir su vida, es una especie de condena de muerte que puede llegar en cualquier momento.
El desmoronamiento de los Estados de Centro, Sudamérica y el Caribe a consecuencia de la toma del poder por gobernantes asociados con el crimen organizado, ha producido durante este siglo un fenómeno migratorio hacia los Estados Unidos como no se había visto en el pasado. El éxito del sueño americano generó una estampida que obligó incluso a gobernantes pro -migración como Obama a deportar a miles de ilegales por superar su capacidad de absorción en la Unión Americana.
El fenómeno venezolano es el mejor ejemplo de cómo un régimen autoritario y populista termina destruyendo no solamente la economía de un país, sino toda la estructura institucional al grado de obligar a millones de personas de todas las clases a buscar un refugio en el exterior. Como Cuba, Haití, Honduras y en su momento El Salvador, Venezuela terminó por transformarse en otro Estado fallido incapaz de encontrar una salida a su tragedia diaria.
México, que desde fines de los 90’s dejó de ser un expulsor de migrantes, se fue deteriorando a partir del triunfo de la 4T en 2018. Pasó de ser el espacio de tránsito de miles y miles de latinoamericanos, para convertirse en un factor más de presión por el incremento de nacionales dispuestos a jugarse la vida con tal de cruzar el Río Bravo.
Más allá del negocio del crimen organizado de comerciar con migrantes arriesgándolos a morir en el trayecto, la avalancha de indocumentados explica en parte el enorme aumento de las remesas durante estos últimos seis años. El proceso de deportación iniciado por Trump dañará no únicamente a los propios migrantes, sino también al gran número de familias que dependen de este ingreso.
Por supuesto que todo país tiene derecho a imponer leyes migratorias de acuerdo a su interés nacional, pero Estados Unidos ha convertido a la inmigración ilegal en una parte integral de su mercado laboral. Por ello una deportación masiva no resuelve su problema económico sino que lo agudiza, además que como el agua que corre, los ilegales encontrarán la manera de cruzar y permanecer en un lugar que los necesita para sus actividades cotidianas.
Es cierto, el principal responsable de la huida de habitantes de un determinado país es el propio gobierno que carece de los instrumentos necesarios para garantizar a sus ciudadanos una vida digna. Las deportaciones masivas únicamente agudizarán esta realidad.