Informa Rojo  Mussió Cárdenas Arellano 

* Será secretario de Gobierno con Rocío Nahle  * Nunca condenó el abuso de poder de Cuitláhuac  * Nada hizo por los presos políticos en Veracruz  * Sumiso, callado, gris  * Chiquiyunes a los tribunales  * Acusado de uso de documento falso

Dócil y manso, Ricardo Ahued es una veleta política. Se mueve al ritmo del viento, al son del poder, de Fidel y Duarte, al paso del Peje y Nahle, sin chistar, callando cuando tiene que callar, encubriendo cuando tiene que encubrir.

Su silencio es oro. Y su inacción también. Y su mesura, que raya en lo servil, es oprobiosa ante el estado de terror impuesto por la pandilla que encabezan Rocío Nahle, el desgobernador Cuitláhuac García Jiménez; el ex secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos, que hicieron de Veracruz tierra de presos políticos, de inocentes que atiborran las cárceles, lugar de violencia y muerte, de desaparecidos y de mutilados.

Y Ricardo Ahued ni la boca abrió.

Habrá de ser el secretario de Gobierno de Rocío Nahle, la zacatecana que alcanzó la gubernatura violando la Constitución local.

Y habrá de ser, Ahued, el primer secretario de Gobierno en los últimos 50 años o más que no nació en Veracruz. Es originario de Pachuca de Soto, Hidalgo.

O sea, Veracruz tendrá a dos avecindados guindas en la cúspide del Poder Ejecutivo.

Ricardo Ahued Bardahuil es un lacayo político. Empresario exitoso –Casa Ahued, en Xalapa–, no se significa por increpar a quien abusa, a quien delinque, a los ladrones de cuello guinda, sus compañeros de aventura, hoy, ni a los malandros priistas que atropellaron, arrebataron, reprimieron o robaron el erario cuando fue alcalde de Xalapa o diputado federal y local.

Ahued, el Doblado, empata su vida pública con un notable de la corrupción, Fidel Herrera Beltrán. El Sultán de Nopaltepec arribó al gobierno de Veracruz en 2004 y el libanés fue presidente municipal de Xalapa, de 2005 a 2007, postulado por el PRI, su alma mater. Y no hay registro de que hubiera denunciado las satrapías y locuras de poder de Fidel.

Dos años después, tuvo la gracia de ser compañero de bancada de Javier Duarte de Ochoa en la fracción parlamentaria del PRI en la Cámara de Diputados, cuando el ladronazo gordobés se enfilaba a suceder a Fidel en el gobierno de Veracruz.

En el gobierno del saqueo, volvió a ser reclutado por el PRI y entonces –luz divina– se convirtió en diputado local, de 2013 a 2016, aprobando las locuras de Duarte, los excesos y las pilladas, hasta que una premonición del desastre, el Armagedón que acabó con el PRI, lo hizo optar por dejar la nave, brincar como las ratas, negar su voto a la cuenta pública y acoderarse en la resistencia encabezada por el PAN.

Y cuando llegó el momento crucial, en 2018, se alojó en las enaguas de Rocío Nahle, siendo candidato al Senado. Dio el paso hacia el proyecto de la Cuarta Putrefacción donde pernocta haciendo lo que mejor sabe: callar y volver a callar.

Ahued es, ante todo, sumiso y servil. Y, por encima de todo, un mediocre que no alza la voz por los demás.

En el Senado fue un cero a la izquierda. Se sumió en su escaño y ahí se perdió entre la mancha guinda. No es un Monreal ni un Noroña, ni una Malú Micher. No acapara las luces de un Álvarez Icaza ni es como Julen Rementería, ni un Germán Martínez Cázares o como la impetuosa Lily Téllez o Kenia López Rabadán o persuasiva Beatriz Paredes Rangel.

Ahued es como el aire. Saben que ahí está aunque nadie lo ve.

Y cuando deja el estado de confort, es oscuro y sórdido.

Unos meses lo envió el mesías del pantano, o sea López Obrador, a Aduanas. Lo envió al vil cochinero. Aguantó once meses y salió despavorido. Aquel chiquero no era lo suyo. Hay corrupción y se corrompe cualquiera, dijo. Ahí no lidió con pillos sino con criminales sanguinarios.

Ahued halló corruptelas grandes. Halló funcionarios corruptos, herencia de su antecesor, el pillazo de Ricardo Peralta, subsecretario de Gobernación de la línea de Olga Sánchez Cordero, la ministra trastupijes, al que ubican como el interlocutor de la 4T con el crimen organizado.

Halló una red criminal. Y halló los negocios turbios, pestilentes, de cuello guinda de Sergio Carmona, el Rey del Huachicol, quien desde 2018 financiaba las campañas de Morena hasta que fue ejecutado y silenciado en 2022.

La encomienda de Andrés Manuel fue sanear Aduanas. O sea, lo sentó en la boca del volcán. Sergio Carmona tenía ahí sus enclaves y su negocio clave: la gasolina robada en Estados Unidos que pasaba a México como aceite vegetal, sin pagar los impuestos que se deben declarar cuando se trata de combustible.

Todos lo sabían pero oficialmente nadie lo sabía. A cambio, Sergio Carmona entregaba sobornos millonarios a los alfiles de López Obrador, usados luego para financiar las campañas de Morena y así apoderarse de gobiernos estatales.

Ahued, El Mudo, dejó 77 denuncias en curso de las que nada se ha vuelto a saber. De lo que sí, son las ejecuciones de ejecutivos de Aduanas y un par de acciones judiciales para simular que se combate la corrupción.

Y volvió al Senado a su habitual sumisión, como el aire, sin que nadie lo pueda ver.

De ahí brincó al ayuntamiento de Xalapa. Y ha sido un caos. Disparó obras sin  planeación, provocando que la capital sea un estacionamiento gigante. Detonó una crisis de agua por falta de infraestructura y bloqueo de las válvulas desde donde proviene el suministro. Y se le ocurre decir que las administraciones anteriores nada hicieron para prevenir el desabasto. Él fue alcalde de 2005 a 2007. Fue un tiro en el pie.

Ahued vive de la fama. Y es un mito. Y esa fama o ese mito le da para ser reclutado por la gobernadora electa –y espuria–, Rocío Nahle García. Será su secretario de Gobierno.

Es una aberración. Tan oscuro, tan callado, tan cómplice, nunca alzó la voz para condenar tanto atropello del gobierno de Cuitláhuac García a los veracruzanos.

Nunca reprochó el uso indiscriminado, terriblemente abusivo, del delito de ultrajes a la autoridad que llevó a miles de inocentes a las cárceles, a ser presa de una policía criminal, a sufrir tortura, a morir por las palizas asestadas por los esbirros de Seguridad Pública de Veracruz.

Ahued nunca alzó la voz por la persecución política, por el encarcelamiento de candidatos y líderes de oposición –Rogelio Franco, Del Río Virgen, Nicolás Ruiz, Azucena Rodríguez, Goyo Gómez, entre muchos– y ahora se vende como el concertador político, el conciliador, garante de la gobernabilidad.

Como sea, Ahued tiene público. Son los que le ven cara de alcancía. Le sonríen los morenistas y sus ex compañeros del PRI y sus amigos del PAN. Así sea un fiasco político, lo siguen. Hasta los pepistas de hace unas horas, hoy le prenden veladoras. San Ahued les dará –eso creen– la fortuna que Yunes Zorrilla ya no les pudo dar.

Dócil, manso, se mueve como sopla el viento, al ritmo de Fidel y Duarte, al son que le tocan López Obrador y Rocío Nahle, callando cuando tiene que callar, encubriendo cuando tiene que encubrir.

Sin chistar.

POSDATA

Citan a Chiquiyunes en el penal de Pacho Viejo, acusado de usar documento falso. Apenas convertido en senador electo, Miguel Ángel Yunes Márquez ya siente que el poder de Morena se le viene encima. Deberá presentarse a audiencia en el Juzgado de Proceso y Procedimiento Penal del Distrito de Xalapa, en viernes 14, donde se le imputan tres probables delitos: uso de documento falso, falsedad de declaración a la autoridad y fraude procesal al haber acreditado su residencia con evidencia falsa en el municipio de Veracruz cuando pretendió ser alcalde el mítico puerto, en 2021. Yunes Márquez había cometido el error de autobalconearse en redes sociales exhibiendo que por un período de tiempo residió en Europa. Así, incumplía el requisito que establece la Constitución de Veracruz. Entonces tuvo la genialidad de que el ayuntamiento, presidido entonces por su hermano Fernando, falseara datos, emitiera constancias y le confeccionara una residencia que en los hechos no tenía. Morena, que poco necesitaba para reventarlo, lo impugnó y en tribunales electorales le tumbó la candidatura del PRIANRD a la alcaldía, que a la postre terminó en manos de su esposa, Patricia Lobeira. Pero el tema legal no quedó ahí. Ha seguido y este viernes 14 tendrá que acudir al penal de Pacho Viejo, del que podría no salir. Sin fuero, sólo un amparo pudiera alargar el juicio más allá del mes de agosto y cobijarse en la inmunidad legislativa a partir del 1 de septiembre cuando inicie el nuevo Congreso federal y sea senador…

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